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Globalización / Subdesarrollo

Lunes 10 de Julio de 2006 .-


Ahora que debido a la tendencia globalizante están de moda los TLC, sería conveniente revisar los errores que se cometieron con el Mercado Común Centroamericano, con el objeto de no equivocarnos nuevamente.
En el fracaso del Mercado Común Centroamericano, incurrieron los organismos de “ayuda” como el BID y el AID, quienes lo reorientaron. Se sobreestimó el papel de la industrialización y el rol de la inversión extranjera. Incluso muchas industrias extranjeras fueron financiadas con ahorros locales y con préstamos internacionales destinados a factorías locales, lo cual acentuó la dependencia y la deuda externa de las naciones centroamericanas.
Se introdujeron en el área las industrias “fantasmas”, es decir, las que ensamblan, mezclan o empacan productos importados y evaden las barreras proteccionistas, lo cual agravó problemas de desempleo, recaudaciones fiscales y la balanza de pagos del Istmo. Algunos utilizaron sotisficada tecnología y materias primas importadas, que no estimularon otras actividades de la región, como el desarrollo agro-industrial.
Se desarrolló un proceso de desnacionalización y descapitalización, en la medida que el capital internacional ocupó un lugar principal y se multiplicaron las remesas monetarias hacia el exterior. Incluso en el original de la CEPAL se cayó en el error de querer transplantar los procesos que se dieron en las sociedades desarrolladas.
Fuera de ello, la desgravación arancelaria, produjo problemas fiscales, acentuando el déficit. Se subsidió así a las Empresas y no se les controló ni su calidad ni su precio, creando monopolios u oligopolios, fácilmente identificables. Al tratarse de industrias o servicios estratégicos, el Gobierno tuvo que subsidiar productos y servicios endeudándose aún más y trasladándolos luego en aumento de tarifas al pueblo.
¡Cualquier semejanza con el desenvolvimiento actual no es coincidencia; es pura realidad histórica repetida nuevamente! En cuanto al desarrollo social, se ha estudiado hasta la saciedad, el alto costo humano y los estériles resultados económicos del llamado Desarrollo Dualista, en el cual pequeñas porciones de la población disfrutan las ventajas de la sociedad moderna, mientras la gran mayoría de la población permanece en extrema pobreza. Se desarrolla un abismo social – cada vez más profundo, en el que se encuentran: por un lado, la élite urbana instalada en la economía industrial internacional y favorecida con un porcentaje desproporcionado de los ingresos gubernamentales y la élite rural vinculada económica y socialmente a los privilegiados centros urbanos y por el otro lado; las masas, apenas alcanzando una limitada subsistencia.
Los problemas son comunes en estas sociedades, lo cual tipifica el grado de subdesarrollo: explosión demográfica; crecimiento urbano desproporcionado; escaso dinamismo de la economía: bajo ingreso promedio y mal repartido; estructura agraria tradicional, mercado de consumo interno insuficiente y por lo tanto mala orientación de la producción, lento crecimiento del sector e industrialización dependiente; insuficiencia de cuadros científicos y técnicos; deterioro de los términos de intercambio; débil capacidad financiera, baja tasa de ahorro e inversión y débil nivel de capitalización. Lo que ocasiona a su vez enormes problemas sociales: educación nula o deficiente; índices elevados de desempleo y subempleo; deserción escolar, subalimentación y zonas de hambre, bajo nivel sanitario, viviendas insuficientes, inadecuadas e insalubres, marginalidad de las grandes mayorías, violencia y por fin el colapso económico.
Un país pobre destina la mayor parte de su ahorro nacional en adquirir tecnología que exige mucho capital. La mayoría de los países pobres que sufren escasez crónica de capital y creciente superabundancia de mano de obra necesitan hallar empleo productivo para un gran número de personas, mediante inversiones reducidas percápita.
La estrategia de desarrollo, por lo tanto, debe ser fundamentalmente en base al agro. Fuera de las consideraciones económicas anteriores existe un compromiso moral y social; ya que por más duras que sean las condiciones de los obreros urbanos, la población campesina siempre ha vivido en nuestro país, bajo las formas más variadas de explotación y más profundas de pobreza y abandono.
A pesar que estamos en el Siglo XXI, ya desde 1979 se nos aconsejaba; y todavía seguimos haciendo lo contrario. Para ello, conviene citar algunos párrafos de la exposición del Secretario General adjunto de la Secretaria Permanente del Tratado General de Integración Económica Centroamericana pronunciada en el Debate general del XVIII período de Sesiones de la CEPAL celebrado en La Paz, Bolivia del 18 al 26 de abril de 1979, hace 27 años.
“El desarrollo de la región no debe sólo orientarse a la satisfacción exclusiva de una demanda externa en desmadro de la interna. En el informe se exhiben las magnitudes de los amplios sectores de la población que viven en una situación de pobreza e indiferencia.
Si mediante políticas adecuadas se pudiera incorporar al consumo de la población marginada para vivir en condiciones de dignidad, la actual producción latinoamericana, requeriría de enormes ampliaciones para satisfacer esa nueva demanda y daría a nuestras economías más estabilidad y un impulso vigoroso y auto sostenido”.
¿Cuántos años más necesitaremos para entender y aplicar este mensaje?